martes, 8 de septiembre de 2009

Cubalibre

Por Jessica Márquez Gaspar

-¿Qué quiere esta noche el señor?
-¡Dame un cubalibre, papá!

Tintineo de hielo. 4 dedos de ron, 3 dedos de Coca-Cola. Vaso largo. Limón.

Un grito que se alza al unísono mientras muchos vasos se alzan en el aire: ¡Viva Cuba Libre!

Un trago. Dos tragos.

Fidel tomó el poder al bajar de Sierra Maestra hasta La Havana. La Revolución ha comenzado.

Tres tragos. Cuatro trago. La bebida está en su punto. Otro brindis.

El sueño toma forma. El pueblo cubano empieza a vivir la Revolución. Alfabetización. Medicinas. No más capitalismo.

Cinco tragos. Agite de la bebida. El hielo comienza a derretirse. “¡Viva Cuba Libre!”, gritan entusiasmados.

Se cierran los casinos, se mantienen los burdeles.

Seis tragos. Siete tragos. El fondo del vaso se acerca. Las conversaciones continúan, pero ya nadie brinda.

Poco a poco se acerca la Dictadura y con ella el Bloqueo. Censura a los medios.

Ocho tragos. Nueve tragos. El silencio empieza a apoderarse de los presentes.

¿En qué se ha convertido Cuba?

Diez tragos. Queda un fondo de ron en el vaso.

Se desarma el sueño. Se cae la careta. Pobreza.

El vaso está vacío. Son pocos los que quedan en el bar. Limpio con un paño blanco. John levanta la mirada, con tristeza.

Cuarenta años han pasado.

Preguntó nuevamente, y John responde con la melancolía del sueño perdido:

-¿Qué quiere esta noche el señor?
-Dame un cubalibre… papá.

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