Por Jessica Márquez Gaspar
Lentes de pasta negro. Cuadrados con bordes redondeados. Pequeños.
Hace seis meses que mis lentes reposan sobre mi nariz. Simbolizan el inicio de la mejor etapa de mi vida, una en la que, sin necesidad de retiros espirituales ni de experiencias cercanas a la muerte, me he descubierto a mí misma. He aceptado quién soy y lo que me hace feliz.
Las puertas son oportunidades. Detrás de cada una respiran superficialmente las posibilidades, expectantes, agazapadas. A veces reposan también, encadenadas, las verdades ocultas, los deseos reprimidos, y todo aquello que nos atemoriza.
Abrirlas no es fácil. Pero es lo que nos exige la vida día a día para ser felices.
(Tal vez me equivoque al escribir esto, pero es mi verdadera historia.)
A veces detrás de las puertas yacen historias tímidas que no han sido narradas. Que esperan adormiladas volverse verbo, ser lenguaje y cumplir con su función última: ser leídas por otros.
Hace unos meses entendí todo esto, y decidí abrir puertas compulsivamente.
De ellas emergió un torbellino. No de cursilerías, nada de estrellas, corazones y esas cosas, sino de paz, de honestidad, de nuevos ciclos, de nuevas miradas.
Desde entonces vivo acompañada de mis personajes, mis nuevos y viejos amigos, y una mirada sincera hacia la figura que me devuelve la mirada todas las mañanas.
Ahora sé que detrás de mis lentes negros vive una escritora, y no tengo miedo de que otros también lo sepan.
Hace seis meses que mis lentes reposan sobre mi nariz. Simbolizan el inicio de la mejor etapa de mi vida, una en la que, sin necesidad de retiros espirituales ni de experiencias cercanas a la muerte, me he descubierto a mí misma. He aceptado quién soy y lo que me hace feliz.
Las puertas son oportunidades. Detrás de cada una respiran superficialmente las posibilidades, expectantes, agazapadas. A veces reposan también, encadenadas, las verdades ocultas, los deseos reprimidos, y todo aquello que nos atemoriza.
Abrirlas no es fácil. Pero es lo que nos exige la vida día a día para ser felices.
(Tal vez me equivoque al escribir esto, pero es mi verdadera historia.)
A veces detrás de las puertas yacen historias tímidas que no han sido narradas. Que esperan adormiladas volverse verbo, ser lenguaje y cumplir con su función última: ser leídas por otros.
Hace unos meses entendí todo esto, y decidí abrir puertas compulsivamente.
De ellas emergió un torbellino. No de cursilerías, nada de estrellas, corazones y esas cosas, sino de paz, de honestidad, de nuevos ciclos, de nuevas miradas.
Desde entonces vivo acompañada de mis personajes, mis nuevos y viejos amigos, y una mirada sincera hacia la figura que me devuelve la mirada todas las mañanas.
Ahora sé que detrás de mis lentes negros vive una escritora, y no tengo miedo de que otros también lo sepan.
3 comentarios:
Es hermoso Jess, me emociona cada palabra! vivo cada emoción que trasmites. El asombro ante los cambios, la aceptación, la confianza en la vida, la adaptación de la identidad, la búsqueda día a día puerta a puerta de lo que te hace feliz. Es hermoso e inspirador.
Como lectora, gracias! Como amiga, ¡sí! ;)
jajajajaja que linda Gaby! no había leido esto!, muchas gracias de verdad.
Me identifico completamente con esto!
Todo se trata de Aceptarse uno mismo, reconocer lo que se es. También uso lentes de pasta negro Jajaja...
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