Por Jessica Márquez Gaspar
Somos una multitud los que caminamos. Entre muros de piedra se desliza el grupo con idéntico compás.
Escucho el ruido sordo de las pisadas, el taconeo incesante de aquellos que hacia allá nos dirigimos.
De ella me acuerdo poco, sé que caminaba cerca de mí en la avenida.
Me atraía su sombra. Parecían tratarse como si fueran íntimas, como si fueran confidentes, amigas, como si cuidaran una de la otra.
Pero en aquel pasillo no había sombras, era ella sola, caminando, siguiendo el ruido de los pasos, recorriendo entre la multitud el silencio y la soledad.
Aquel pasillo no tiene principio. No creo que tenga final. Muros blancos, grises, se suceden interminablemente. Aún no sé cómo llegamos aquí. Caminábamos por un boulevard, al borde de la avenida, y de pronto…
No estoy seguro aún de qué pasó, pero en algún momento la perdí de vista, pareciera que fue desapareciendo. En la uniformidad del silencio, de la multitud, en el marchar interminable hacia allá, todos nos desvanecimos.
Es que sin sombra ni ella ni yo éramos nada. Nos perdimos.
No pudimos encontrarnos más en nuestras sombras, en nuestro reflejo en la pared. No hubo más confidente, más amiga para ella.
Mientras el mundo taconeaba, mientras el ritmo se mantenía interminablemente sin el ruido, sin el color, sin la luz, sin amor y sin locura, sin pasión, nosotros caminábamos por aquel pasillo sin final, hacia allá. Perdimos nuestras sombras, y ya…no éramos.
Escucho el ruido sordo de las pisadas, el taconeo incesante de aquellos que hacia allá nos dirigimos.
De ella me acuerdo poco, sé que caminaba cerca de mí en la avenida.
Me atraía su sombra. Parecían tratarse como si fueran íntimas, como si fueran confidentes, amigas, como si cuidaran una de la otra.
Pero en aquel pasillo no había sombras, era ella sola, caminando, siguiendo el ruido de los pasos, recorriendo entre la multitud el silencio y la soledad.
Aquel pasillo no tiene principio. No creo que tenga final. Muros blancos, grises, se suceden interminablemente. Aún no sé cómo llegamos aquí. Caminábamos por un boulevard, al borde de la avenida, y de pronto…
No estoy seguro aún de qué pasó, pero en algún momento la perdí de vista, pareciera que fue desapareciendo. En la uniformidad del silencio, de la multitud, en el marchar interminable hacia allá, todos nos desvanecimos.
Es que sin sombra ni ella ni yo éramos nada. Nos perdimos.
No pudimos encontrarnos más en nuestras sombras, en nuestro reflejo en la pared. No hubo más confidente, más amiga para ella.
Mientras el mundo taconeaba, mientras el ritmo se mantenía interminablemente sin el ruido, sin el color, sin la luz, sin amor y sin locura, sin pasión, nosotros caminábamos por aquel pasillo sin final, hacia allá. Perdimos nuestras sombras, y ya…no éramos.
2 comentarios:
realmente bueno mi Jess. ejejej q bueno q te pusistes al dia.
gracias noe! fue un esfuerzo pero bueno, lo logré :D
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