En su corta estancia, el carajito no sabía nada de la vida, sin embargo le echó bolas y no le paró a ningún coñoemadre que tratara de echarle la partida patrás. Lo de él fue pura mala leche.
Lo mataron como en una película de Hollywood de suspenso (Destino Final). Se montó en la camionetica iba directo pa’ su casa, escuchando una bachatica bien chéverecambur en el emepecuatro y en un instante ¡suaz! El bicho estaba viendo a Messi jugar desde el Camp Nou.
Tres meses antes de su nacimiento, la mamá iba con el papá en un autobús. Que si los paramilitares contra las FARC, que si los bolívares valen más que los pesos, que si la inseguridad en Medellín no se compara con nada en el mundo, que si la corrupción, la política es una mierda, yo nací pobre y pobre me quedaré ahí, que si daleatucuerpoalegríamacarena, que si allá hay más misses Universo, que si las drogas pal carajito no es bueno, que la salud allá es mejor, que si hay vuelos directos pa' Inglaterra (¿?).
El pana que muere al comienzo y al final de esta historia nació venezolano. Así, le echó bolas a la vida desde que su papá se fue de casa en su segundo cumpleaños y, aunque era medio tapao para las matemáticas, se jodía en Educación Física como ninguno. Era puro 20 ahí. Claro, las otras materias las tenía de arrastre, pero eso no importaba. Él quería ser futbolista.
La wea por sacar a la familia adelante la pensaba todos los días —era el mayor—; sus otros cuatro hermanos cuyos papás habían desertado, por lo mismo que el suyo —cagazón mediática, machismo descontrolado y para dar la herencia de adelantado: abandono prematuro— lo veían como un ejemplo a seguir. Nuestro amigo que muere más adelante había cuadrado ya con un equipo de fútbol de Caracas. No era la gran vaina, pero era algo. Su madre estaba llena de emoción.
La madre tampoco era tan buena con él, era buena, pero igual le pegó cuando rompió un florero cuando tenía 5 años.
Él se acordó muy bien cuando recibió el tiro. Fue la misma sensación. Él estaba ahí jugando con una peloticaegoma, pero en vez de darle con la mano, lo hacía con los pies. De una patada, la pelota pegó en la reja, pero no se fue a las aceras de la calle, rebotó y dio con el televisor. Así que él corrió a agarrarla para que no se escapara por debajo de la puerta, pero tropezó con la pata de una silla, se dio madreecoñazo y del tiro movió un pedestal que tenía las fotos de la abuela, de una tía muerta que no conoció nunca y el florero que se rompió.
La mamá no preguntó qué paso, ni dijo nada, solo vino directo desde la cocina donde estaba haciendo el tetero para algún hermano y con la cuchara grande le dio su tatequieto en la cabeza bien duro. Él no lloró. Se contuvo, sentía que si lloraba le daría el gusto a su mamá. Quiso reírse como le decían sus amigos del colegio que se hacía con las madres. Si te pegan ríete, búrlate de ellas. Pero no pudo, no alcanzó a esbozar una sonrisa y solo apagó la mirada. No salió ninguna lágrima. La mamá le trajo una bolsa y le dijo al niño “¡recoge esa mierda ya!”, mira que viene Yancarlo —uno de sus padrastros— ahorita.
Desde ese día una idea había invadido su mente. Algo que no se apagó hasta que el malandro le pegó el tiro en la cabeza por andar en las nubes. Debía irse de su casa, debía viajar, debía tener dinero, quizá hacerse rico. Quizá robaría algo de la cartera de su mamá y compraría el Kino escondido, quizá aprendería a leer por fin, para, como decían en las telenovelas que veía con su mamá, “ser alguien”. Entonces prendió la televisión y pasaban un juego de fútbol: el Barça vs. Brasil narrado por Lázaro Papaito Candal. Él quería ser como Rivaldo, él quería tener sus problemas. Quería jugar en el Barcelona.
Con los años fue alimentando su sueño. Ya tenía palabreao un contrato; después si le echaba bolas capaz lo llamaban pa’ jugar con la sub-20, metía un golazo como el de Yohandry Orozco y listo, ¡Europa, baby!, vamos, mami, que ahora sí te quiero (y tú a mí).
Los budistas dicen que todo lo que hagas en esta vida, se te devolverá en la otra. Así que si haces bien ahora, serás recompensado luego, y si haces mal puedes terminar reencarnado en una cosa horrible, en un insecto, como en La Metamorfosis, o en haitiano, para sufrir de cólera, inanición y actividad sísmica. La diferencia es que en el libro de Kafka el tipo no nace siendo mosca, sino que se convierte en una. Eso es más mala leche aún.
Así fue que nuestro trágico amigo pagó alguna mala jugada que hizo en otra vida: el líder de la banda de “los reggeatonero papiaos” tenía una culebra con Yilson que sin saberlo era medio hermano del medio hermano del pana que mataron que jugaba fútbol, porque Yilson era el hijo mayor de Yancarlo con quien su mamá tuvo dos hijos. Como Yancarlo abandonó a Yilson cuando tenía como 3 años nunca conoció a su papá, así como los hermanos del pana muerto.
La culebra de Yilson y el otro pana es muy larga: un rollo de mujeres y drogas. Yilson no consumía, pero le gustaba robárselas, así se cuadraba las gevitas. O sea, no les daba a consumir nada, les enseñaba el montón de droga que tenía y luego iban a un monte a tirar y esparcir la cocaína con la brisa. Una geva le dijo a Yilson que por qué no hacía lo mismo con talco, que daba lo mismo, pero Yilson decía que él se drogaba viendo la cocaína volar con las hojas, que ver al talco salir volando en el espacio no tenía ningún placer y era un gasto de plata. Un pote de talco en Farmatodo cuesta como 30 bolos, mucho para algo que se va a desperdiciar, en cambio la cocaína la consigo gratis, se la robo a los panas. La chama no dijo más nada y le siguió haciendo favores sexuales a su amigo mientras este se drogaba con el aire.
Cuando el pana del fútbol salió de la práctica, se montó en la camioneta creyendo que iba a llegar a su casa. Casualmente, en el asiento de la ventana del otro lado estaba la chama que se lo chupaba a Yilson, mientras éste miraba la droga volar.
El pana del fútbol se sentó ahí para buceársela porque tenía unas tetas, pero no se atrevió a sentarse al lado de ella porque le daba pena y había más puestos vacíos. Sin embargo, no le quitó la mirada. Ella estaba viendo por la ventana porque sentía el acoso de él y aunque el pana del fútbol le atraía, seguía siendo un chamito y Yilson tenía más cuerpecito.
Viendo por la ventana, la chama de las tetas vio a Yilson saliendo de una casa. Yilson estaba como sudado y miraba a ambos lados. La chama le silbó “eeh, Yilson, aquí”, y se montó en la camionetica. El pana del fútbol que muere ahorita vio como Yilson le zampó una lata a la chama y le manoseó los pechos medio disimulado porque había una doña con un bastón más atrás que podía verlos.
En el trayecto, Yilson se puso a contarle algo a la chama de las tetas. Se notaba nervioso y decía “hay que irnos, vámonos pa' Cantaura, miamor”. El chamo del fútbol dejo de prestarles atención y como no le gustaba oír a cada rato popopopo poker faceee en la camionetica, sacó su emepecuatro y le dio play a Aventura.
Cuando terminó la canción ya había muerto. La doña del bastón dijo “esto es fin de mundo” e inundó de pánico a las demás personas, se levantó de su puesto, se volvió como loca. El chofer aceleró lo más que pudo cuando los motorizados se habían perdido de vista. No sabía a dónde ir. Unos decían “al hospital” y otros “a la policía, señor, vamos pa la policía”. A la chama de las tetas sólo se le partió una uña cuando aruñó a su novio del susto. Los vidrios de arriba del autobús mostraban los huecos de unos tiros mal apuntados. La bala que iba para Yilson por suerte terminó en el cerebro del medio hermano de su medio hermano. Los reggaetoneros papiaos en moto piraron cuando echaron la ráfaga de tiros sin saber si habían matado a alguien o no.
La intención de los motorizados no era matar a nadie, sólo asustar a Yilson, y en este país la intención es lo que cuenta.
La mamá del chamo del fútbol se fue a llorar a Bello Monte al día siguiente. “No es posible que mi hijo que iba a ser un futbolista profesional y que yo amaba mucho se me muera así de esta manera”, parafraseó la periodista de algún periódico de Caracas. “Mi hijo se iba a Europa” reseñaba también el texto que estaba leyendo alguien que pensó inmediatamente “este país es una mierda” en el sitio web del periódico, mientras cargaba "Poker Face" en Youtube y hacía una transferencia en el Mercantil Online.
Un día antes del entierro, el padre llegó de Colombia. Un poco de café de allá, unos dólares y la llorantina le dieron el perdón al hombre que se arrodilló frente a la tumba de su hijo. Sus hermanitos jamás pensaron que eso que les había sucedido a sus compañeros de clases les pasaría a ellos. “Si se hubiera metido a malandro, hubiera sido mejor porque así, por lo menos hubiera podido defenderse”, dijo una doña, que inmediatamente se fue a la recepción de café y galletas cuando se dio cuenta de que a nadie le agradaron sus palabras.
Su madré lloró unos semanas más sin saber que capaz su hijo podría estar naciendo en un país de Europa convertido en estrella de fútbol.
5 comentarios:
Wao! No puedo creer que te esté leyendo a ti, Moi! No pareces tú! jajaja
Trato de imaginarme al narrador, pero me resulta imposible. El estilo narrativo me parece un pelín forzado y medio inconsistente. Y después de que apareció Yilson me perdí.
Pero de resto, me gustó la mayoría de los elementos del texto!
También me perdí un poco el origen del conflicto, pero me gustó.
Disfruté conocer desde el principio el final, disfruté el final y amé el párrafo de la droga y el viento, ¡qué interesante!.
Una idea: Creo que serìa bueno quitar el título de "16 años antes" y mejor insertarlo de repente al principio del siguiente párrafo, porque luego se vuelve al presente y no se expone título.
Me gustó el estilo Mo, crítica social que corta. Se hace un pelo confuso en algún punto, pero está logrado. Impacta
"La madre tampoco era tan buena con él, era buena, pero igual le pegó cuando rompió un florero cuando tenía 5 años".
"O en haitiano, para sufrir de cólera, inanición y actividad sísmica".
C'est magnifique.
Moisés, esto está muy, muy bien construído. Me gustó mucho la estructura, eso de "acuérdense que este pana del que estoy hablando, se muere al principio. Y al final".
Está excelente. El final es de puta madre. "La intención de los motorizados no era matar a nadie, sólo asustar a Yilson, y en este país la intención es lo que cuenta". Te envidio esa frase, me llegó.
Está muy bueno. Algunos detallitos que si typos (cerca del final, "Su madré lloró unos semanas más"), pero está muy arrecho. Es realista y el tono del narrador es casual. Me gustó mucho.
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